“¡Sálvanos, Señor!”
Queridos Amigos en Cristo,
Las recientes noticias sobre el Arzobispo McCarrick, así como un informe de Pensilvania la semana pasada que detalla los males y crímenes de obispos y sacerdotes perpetrados y ocultos dentro de nuestra Iglesia, han sido graves y desalentadoras. Entre los muchos artículos y comentarios de las últimas semanas, hubo uno que mencionó acusaciones contra un ex-Obispo de nuestra diócesis, Raymond Boland, del tiempo en que él fue sacerdote en la Arquidiócesis de Washington, DC. Nuestra diócesis no tiene récord de acusaciones en contra del Obispo Boland durante el tiempo que sirvió como nuestro obispo. Después de consultas con la Arquidiócesis de Washington y la Diócesis de Birmingham, donde el sirvió como sacerdote y obispo antes de venir aquí, ninguna de estas diócesis tenía ningún récord o información que respaldara las acusaciones.
Aunque no había récord de que alegatos fueran corrobados, hubo información para pausar y dar más consideración. Siento que es mi responsabilidad como su obispo hacer lo mejor que puedo para descubrir la verdad. Para ser justos con quienes hayan sido dañados y con la reputación del difunto Obispo Boland, estas preguntas deben continuar. Si tiene alguna información en esta búsqueda de la verdad, comuníquese con Jenifer Valenti, Ombudsman (816-812-2500 o jenifervalenti@att.net).
Lamentablemente, en nuestra propia diócesis hay víctimas que todavía tienen las cicatrices del abuso. En respuesta, nuestra Iglesia local ha tomado medidas para renovar nuestros esfuerzos de ayudar a quienes han sido perjudicados por el abuso sexual para la sanación, y para proteger a nuestros niños y niñas, y a todos en la Iglesia. Agradezco estas acciones, especialmente el trabajo de la Oficina de Protección de Niños y Jóvenes, el Ombudsman y la Junta de Revisión Independiente. Me alientan los objetivos recientemente propuestos de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos que discutiremos en nuestra reunión de noviembre: una investigación más profunda del escándalo de McCarrick; el establecimiento de canales para comunicar quejas sobre obispos; una resolución más efectiva de quejas futuras. Pienso que las reformas hechas desde el 2002 han llevado a la sanación a muchos sobrevivientes, sanciones para los ofensores y una mejor protección para los vulnerables. Aun así, debemos emprender reformas adicionales que darán mejor protección a los vulnerables y hagan que el liderazgo de la iglesia sea completamente responsable.
Estos pasos han tenido un impacto importante para el bien, pero se necesita más en este momento: una respuesta espiritual.
Como sacerdote y obispo, reconozco que la causa principal de este escándalo recae en nosotros en el liderazgo y que la ira de muchos de los fieles está totalmente justificada. También comprendo que algunas personas están predispuestas a la desesperación, especialmente las víctimas y sus familias. Entonces, mis hermanos obispos y yo debemos tomar la iniciativa de hacer penitencia por los pecados y crímenes de nuestros colegas. Invito a mis hermanos sacerdotes y a todos los fieles de Dios a unirse conmigo en este esfuerzo, porque yo necesito su ayuda. Juntos, podemos recuperar y renovar la esperanza del Evangelio que arroja al demonio de desesperación.
Este es el momento de volverse a Jesús con más intensidad y suplicar Su ayuda, tal como lo hicieron los apóstoles durante la tormenta en el mar: “¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!” (Mt 8:25). Es un tiempo para que recordemos con fe que Él es más fuerte que todo mal y pecado, y que Él es la Cabeza de ese cuerpo que es la Iglesia. También es un momento en el que debemos realizar de que el Señor desea que nos unamos a Él en actos de reparo y oración ante estos males: por una sanación profunda por quienes han sido abusados, por quienes han dejado la Iglesia debido a estos escándalos, y pedir misericordia por todos los pecados cometidos.
Con este fin, pido a todas nuestras parroquias que ofrezcan una Misa especial, Por el Perdón de los Pecados. Esta Misa puede ser ofrecida a una hora especial o sustituirla por una Misa regular de la parroquia. Concedo mi permiso a los pastores que desean ofrecer esta Misa en un domingo de Tiempo Ordinario entro ahora y el 14 de septiembre. Asimismo, les pido a todos hacer alguna forma de penitencia, como el ayuno, y rezar diariamente la Década de la Divina Misericordia, el Santo Rosario, u otra oración electa hasta el 14 de septiembre, la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Esto es últimamente también una crisis espiritual que debe cumplirse con una respuesta espiritual, una que necesita de cada miembro del Cuerpo de Cristo.
Lamento esta traición y la vergüenza que esto trae a la Familia de Dios. Es un tiempo de dolor y congoja. No obstante, confío en que nuestro Salvador nos librará de este peligro al traer sanidad y misericordia, renovación y paz a nuestra Iglesia.
Sinceramente en Cristo,
+ Reverendísimo James V. Johnston, Jr.
Obispo de Kansas City-St. Joseph